lunes, 15 de septiembre de 2008

11 de septiembre en Chile

Desde que dije que Chile me parecía algo frío, Beatriz se tomó como un reto personal mostrarme la cara cálida de los chilenos. Minutos después de la feria, sin darme tiempo para cambiarme la ropa de traje por otra de calle, vino a buscarme a la habitación con Diego y Caro, una pareja de amigos.

Durante toda la cena, y al ver que me interesaba por los cuadros de las paredes, Jorge, nuestro camarero, se acercaba a cada rato para ofrecerme un dato histórico y artístico de los que guardaba el local. “Ese cuadro negro lleno de velas representa los más de dos mil muertos y desaparecidos durante la dictadura”. “Este otro cuadro es de Violeta Parra, de la familia de los Parra, un clan chileno muy importante de artistas y poetas”. Violeta Parra, hija del poeta Nicanor Parra, fue cantante, poeta y pintora, y fundó en 1958 el Museo Nacional del Arte Folklórico Chileno. Sus cuadros, llenos de color, muestran con crudeza naif escenas de la vida cotidiana, la muerte y los enfrentamientos que marcaron su época.

Entre plato y plato, postre, café y piscolas (pisco con coca-cola), la cena se prolongó en paralelo a una charla circular sobre política e historia reciente de Chile. Diego y Caro discutían y le explicaban a Beatriz los logros de la presidenta actual, Michelle Bachelet, y el desencanto creciente con la desgastada coalición política. Entretanto Sebastián, un conocido de ellos que se había autoinvitado a nuestra mesa, me explicaba en paralelo que la historia ha enaltecido injustamente la figura de Salvador Allende y ensuciado la de Pinochet.


“No es que yo esté de acuerdo con los asesinatos, nunca estoy de acuerdo con los asesinatos, pero aquí murieron 2000 y ¿sabes cuántos murieron en Argentina? 30.000, y nadie recuerda ni el nombre del dictador. Y ¿cómo crees vos que estábamos aquí con Allende? ¡Un 400 por 100 de inflación teníamos, ¡un 400 por 100!” Le respondí que era un dato alarmante, pero que él había sido elegido democráticamente y Pinochet era un golpista. “Allende fue elegido con un 30 por ciento de los votos, eso se consideraba mayoría, pero un 30por ciento no representa a todos los chilenos, por eso es que no todos los chilenos estaban de acuerdo con él, ni la mayoría. No es que nos volvimos locos todos, es que había una inflación del 400 por 100 y una economía hundida, ¡estábamos en el caos! Cuando un país está en el caos es normal que surja un golpe. Y Pinochet desde el principio se opuso al golpe, eso no se sabe fuera, pero Pinochet fue el último en apoyar el golpe”. Le pregunté si entonces Pinochet se podía considerar una víctima del destino y asintió, “una víctima fue”.

Las cifras oficiales, establecidas en la Comisión de Verdad y Reconciliación, más conocida como Comisión Rettig, en 1991, registran 2.279 muertos y desaparecidos a manos del aparato de la dictadura de Augusto Pinochet. La Comisión de Reparación y Justicia elevó la cifra a 3.197. Entre ellos, más de 1.000 continúan "desaparecidos", ya que las prácticas habituales de lanzar a los perseguidos políticos al océano y a los ríos ha imposiblitado que se encuentren muchos de los cuerpos.

Las reformas económicas, a las que que Milton Friedman aludió como el “milagro económico chileno" corrieron a cargo de un grupo de jóvenes chilenos de firme ideología neoliberal, conocidos como los Chicago boys, que habían estudiado en EEUU y soñaban con convertir Chile en un país “de empresarios, no de proletarios”. La contrapartida del rápido descenso de la inflación fue la reducción del gasto social y las jubilaciones, los despidos masivos y eliminación de los sindicatos y, en consecuencia, el deterioro de la clase media y baja chilena y el abismo de desigualdades sociales que desencadenó la brecha económica.

A la salida del restaurante nos despedimos de Sebastián, Diego y Caro lo hicieron fríamente, y nos dirigimos a un bar de copas, el Continental, en el barrio de Bellavista, donde anunciaban un concierto de un grupo grunge de chicas. “Yo no sé lo que te dijo ese”, me dijo Caro mientras caminábamos, “pero no le des bola, ¡ese es un facho! “Lo siento de presentarte a un personaje así”, añadió Diego. Les dije que no se preocuparan, que al fin y al cabo tenía sus razones y las argumentaba. “Eso parece”, me cortó Caro, “los fachos siempre están buscando formas de justificar lo injustificable”.

Ya eran las 12 de la noche, 11 de septiembre en Chile, aniversario del golpe de estado y el derrocamiento de Allende. Según me habían informado Diego, Caro y el taxista que me llevó al hotel, los homenajes a los caídos y desaparecidos se saldaban cada año con disturbios, quemas de contenedores, cócteles molotov y enfrentamientos con la policía.

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