El diario más popular de Suecia, Aftonbladet, ha publicado un artículo que ha desencadenado una fuerte polémica alrededor del Ejército Israelí e indignadas críticas en Israel. Según los testimonios recogidos por el periodista, Daniel Bostrom, durante los años 90 la IDF (Fuerzas de Defensa de Israel) secuestró a jóvenes palestinos, devolviendo los cuerpos a sus familias tras haberles extraído sus órganos para usarlos en transplantes.
Ante noticia tan espeluznante, la polémica no se centra en una investigación exhaustiva que aclare si esto realmente ocurrió para, en ese caso, condenar el hecho y castigar a los culpables. La polémica abierta es, una vez más, si el mundo es o no antisemita (entendiendo por antisemita "antijudío", aunque el término semita refiera tanto a árabes como a judíos). La Embajada de Suecia en Israel ha puesto el grito en el cielo calificando el artículo (que no los hechos en sí) de "espantoso", y distintas autoridades israelíes lo han conectado con la "difamación de sangre" contra los judíos durante la Edad Media. Bostrom ha manifestado al diario Jerusalem Post su perplejidad ante la reacción de la opinión pública israelí, que según él demuestra no haber leído su artículo. "No estoy acusando al ejército israelí de robar órganos, sino recogiendo testimonios de familias palestinas que afirman que eso ha sucedido. Creo que Israel debería centrarse en averiguar si realmente hay tráfico ilegal de órganos en su país y en ese caso tomar acciones legales, no en atacarme a mí". La falta de regulación del tráfico de órganos en Israel es desde hace años un asunto espinoso. No parece, sin embargo, que haya ninguna intención de investigar sobre los hechos que las familias palestinas denuncian a través de Bostrom y el ruido se reduce a gitar en contra o a favor de este periodista. Al final del post podéis ver el vídeo de la entrevista que él concedió a la Red Palestinian Mothers.
El descrédito de Israel tiene hoy en día poco o nada que ver con factores religiosos y mucho que ver con la política de "limpieza étnica del pueblo palestino", como lo califica el historiador israelí Ilan Pappé. El incumplimiento de las resoluciones de la ONU, la negación a definir sus fronteras, su continua expansión colonial, su política de apartheid y expulsión de los palestinos de sus tierras han provocado un deterioro de la imagen pública de Israel. Los últimos ataques a Gaza, en los que fueron asesinadas 1500 personas, de los que un tercio eran niños, conmocionó a la opinión pública de la mayor parte del mundo a pesar de la propaganda, hasbara, que desplegó el gobierno. Sin embargo, son también grandes los esfuerzos de la mayoría de los gobiernos por ignorar estas violaciones de los derechos humanos con el fin de mantener unas buenas relaciones con Israel, por los intereses económicos y geoestratégicos que implica ser aliado del aliado incondicional de Estados Unidos.
Explica la agencia de noticias IPS que incluso los israelíes más críticos con las políticas de su gobierno cierran filas ante lo que consideran la hostilidad del mundo hacia ellos. Se confunde así la identidad religiosa de los judíos con las políticas del Estado de Israel, que es lo que está en el centro de las críticas y las condenas. Acudir a la raíz de estas críticas, analizarlas objetivamente, asumirlas en caso de que estén fundadas y sumarse a las reclamaciones de un acuerdo justo con los palestinos es la vía para la normalización de su Estado que los israelíes piden. Lamentarse de la hostilidad del mundo mientras hacen desaparecer Palestina del mapa es eludir sus responsabilidades.
Ante noticia tan espeluznante, la polémica no se centra en una investigación exhaustiva que aclare si esto realmente ocurrió para, en ese caso, condenar el hecho y castigar a los culpables. La polémica abierta es, una vez más, si el mundo es o no antisemita (entendiendo por antisemita "antijudío", aunque el término semita refiera tanto a árabes como a judíos). La Embajada de Suecia en Israel ha puesto el grito en el cielo calificando el artículo (que no los hechos en sí) de "espantoso", y distintas autoridades israelíes lo han conectado con la "difamación de sangre" contra los judíos durante la Edad Media. Bostrom ha manifestado al diario Jerusalem Post su perplejidad ante la reacción de la opinión pública israelí, que según él demuestra no haber leído su artículo. "No estoy acusando al ejército israelí de robar órganos, sino recogiendo testimonios de familias palestinas que afirman que eso ha sucedido. Creo que Israel debería centrarse en averiguar si realmente hay tráfico ilegal de órganos en su país y en ese caso tomar acciones legales, no en atacarme a mí". La falta de regulación del tráfico de órganos en Israel es desde hace años un asunto espinoso. No parece, sin embargo, que haya ninguna intención de investigar sobre los hechos que las familias palestinas denuncian a través de Bostrom y el ruido se reduce a gitar en contra o a favor de este periodista. Al final del post podéis ver el vídeo de la entrevista que él concedió a la Red Palestinian Mothers.
El descrédito de Israel tiene hoy en día poco o nada que ver con factores religiosos y mucho que ver con la política de "limpieza étnica del pueblo palestino", como lo califica el historiador israelí Ilan Pappé. El incumplimiento de las resoluciones de la ONU, la negación a definir sus fronteras, su continua expansión colonial, su política de apartheid y expulsión de los palestinos de sus tierras han provocado un deterioro de la imagen pública de Israel. Los últimos ataques a Gaza, en los que fueron asesinadas 1500 personas, de los que un tercio eran niños, conmocionó a la opinión pública de la mayor parte del mundo a pesar de la propaganda, hasbara, que desplegó el gobierno. Sin embargo, son también grandes los esfuerzos de la mayoría de los gobiernos por ignorar estas violaciones de los derechos humanos con el fin de mantener unas buenas relaciones con Israel, por los intereses económicos y geoestratégicos que implica ser aliado del aliado incondicional de Estados Unidos.
Explica la agencia de noticias IPS que incluso los israelíes más críticos con las políticas de su gobierno cierran filas ante lo que consideran la hostilidad del mundo hacia ellos. Se confunde así la identidad religiosa de los judíos con las políticas del Estado de Israel, que es lo que está en el centro de las críticas y las condenas. Acudir a la raíz de estas críticas, analizarlas objetivamente, asumirlas en caso de que estén fundadas y sumarse a las reclamaciones de un acuerdo justo con los palestinos es la vía para la normalización de su Estado que los israelíes piden. Lamentarse de la hostilidad del mundo mientras hacen desaparecer Palestina del mapa es eludir sus responsabilidades.
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