Puede parecer obvio que la historia del lanzamiento de zapatos de un periodista iraquí a George W. Bush en su despedida como presidente va mucho más allá del zapatazo en sí. El presidente estadounidense termina su mandato ajeno, como siempre, a las consecuencias de sus intervenciones en el mundo, y recibe como regalo en Bagdad dos zapatazos que consigue esquivar, y que representan un gesto que en el mundo árabe es señal de máximo desprecio. El periodista iraquí Muntazer al-Zaidi le lanza en su última rueda de prensa como presidente uno de sus zapatos, y a continuación otro, y se lo dedica a todas las viudas, huérfanos y muertos en Irak. Es un gesto simbólico cargado de detalles e implicaciones que lo han convertido en una voz, extrañamente unida, a lo largo y ancho del mundo árabe.
El zapatazo se ha convertido en apenas tres días en un símbolo de la resistencia árabe ante la injerencia extranjera. La presencia del protagonista, Muntazer al-Zaidi, en los medios de comunicación árabe es abrumadora, desde periódicos como Al-Quds al-Arabi, diario árabe editado en Londres, o el propio Baghdadiyah, para el que trabaja, hasta los cientos de páginas y foros árabes en Internet, plagados con detalles y vídeos del momento. Se han creado distintos grupos de apoyo al “héroe del zapato” en redes sociales como Facebook, algunas llegando a pedir el premio Pulitzer para el periodista. El grupo más numeroso en Facebook es "Campaña por un millón de voces por la liberación de Muntazer", que ha alcanzado ya 6300 miembros, y ayer mismo el poeta saudí Ahmad Ben Uthman Al-Tuwayiri publicó en su honor una qasida, forma poética tradicional árabe que se dedicaba a los califas. Anas Shallal, del grupo Voces iraquíes por la paz, dijo en un comunicado que las acciones del periodista no son más que una expresión "del asco que tantos iraquíes y estadounidenses sienten contra un hombre que ha causado tanto dolor y sufrimiento".
Esta unidad es poco habitual en una comunidad árabe en la que el hacer frente común nunca ha pasado de ser un ideal. La distancia abismal que separa a los ciudadanos árabes de sus dirigentes, instalados en un poder corrupto y represivo, los intereses económicos, la división religiosa, las guerras internas y externas, son algunos de los factores que han hecho que los objetivos de la Liga Árabe, creada en 1945 con el propósito de “servir el bien común, asegurar mejores condiciones de vida, garantizar el futuro y cumplir los deseos y expectativas de todos los países árabes” haya hecho en todos estos años unos progresos de integración casi nulos. De los 22 países de la Liga, sólo cuatro figuran dentro de los 50 primeros puestos del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, y el que figura en mejor lugar, Kuwait, aparece en el número 33. Es precisamente en estos países ricos del golfo pérsico, en absoluto representados por las diplomacias de sus dirigentes, donde el apoyo popular al periodista está creciendo de forma más organizada. En otros países, como Marruecos, los manifestantes que protestan por asuntos como el aumento del desempleo han adoptado el llevar un zapato como insignia.
Lo más llamativo de este apoyo es que no proviene de un grupo concreto, sino de personas de las confesiones e ideologías más diversas. Quienes conocen a Muntazer al-Zaidi lo definen como el azote de la injerencia extranjera en su país, y ha rechazado con la misma vehemencia tanto la intervención estadounidense como la iraní, a pesar de pertenecer a una familia chií, como el régimen de Teherán. Es además un periodista laico, de ideología de izquierda guevarista, que defiende la separación entre religión y estado para su país. Nada que ver, por tanto, con la figura prototípica del radical religioso exaltado al que nos hemos acostumbrado.
El zapatazo se ha convertido en apenas tres días en un símbolo de la resistencia árabe ante la injerencia extranjera. La presencia del protagonista, Muntazer al-Zaidi, en los medios de comunicación árabe es abrumadora, desde periódicos como Al-Quds al-Arabi, diario árabe editado en Londres, o el propio Baghdadiyah, para el que trabaja, hasta los cientos de páginas y foros árabes en Internet, plagados con detalles y vídeos del momento. Se han creado distintos grupos de apoyo al “héroe del zapato” en redes sociales como Facebook, algunas llegando a pedir el premio Pulitzer para el periodista. El grupo más numeroso en Facebook es "Campaña por un millón de voces por la liberación de Muntazer", que ha alcanzado ya 6300 miembros, y ayer mismo el poeta saudí Ahmad Ben Uthman Al-Tuwayiri publicó en su honor una qasida, forma poética tradicional árabe que se dedicaba a los califas. Anas Shallal, del grupo Voces iraquíes por la paz, dijo en un comunicado que las acciones del periodista no son más que una expresión "del asco que tantos iraquíes y estadounidenses sienten contra un hombre que ha causado tanto dolor y sufrimiento".
Esta unidad es poco habitual en una comunidad árabe en la que el hacer frente común nunca ha pasado de ser un ideal. La distancia abismal que separa a los ciudadanos árabes de sus dirigentes, instalados en un poder corrupto y represivo, los intereses económicos, la división religiosa, las guerras internas y externas, son algunos de los factores que han hecho que los objetivos de la Liga Árabe, creada en 1945 con el propósito de “servir el bien común, asegurar mejores condiciones de vida, garantizar el futuro y cumplir los deseos y expectativas de todos los países árabes” haya hecho en todos estos años unos progresos de integración casi nulos. De los 22 países de la Liga, sólo cuatro figuran dentro de los 50 primeros puestos del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, y el que figura en mejor lugar, Kuwait, aparece en el número 33. Es precisamente en estos países ricos del golfo pérsico, en absoluto representados por las diplomacias de sus dirigentes, donde el apoyo popular al periodista está creciendo de forma más organizada. En otros países, como Marruecos, los manifestantes que protestan por asuntos como el aumento del desempleo han adoptado el llevar un zapato como insignia.
Lo más llamativo de este apoyo es que no proviene de un grupo concreto, sino de personas de las confesiones e ideologías más diversas. Quienes conocen a Muntazer al-Zaidi lo definen como el azote de la injerencia extranjera en su país, y ha rechazado con la misma vehemencia tanto la intervención estadounidense como la iraní, a pesar de pertenecer a una familia chií, como el régimen de Teherán. Es además un periodista laico, de ideología de izquierda guevarista, que defiende la separación entre religión y estado para su país. Nada que ver, por tanto, con la figura prototípica del radical religioso exaltado al que nos hemos acostumbrado.
Si el lanzamiento del zapato es representativo de la frustración acumulada por el pueblo iraquí, y por extensión por el pueblo árabe, la reacción a este suceso y el modo en que su protagonista se ha convertido en icono es una buena muestra de la falta de ilusiones y estímulos positivos en la que se encuentra sumida la opinión pública árabe. Que un zapatazo a George W. Bush sea vivido a pie de calle como un triunfo es una muestra sobrecogedora del ansia de aferrarse a una alegría que no se presenta a menudo.
También significativa, y descorazonadora, es la reacción de los responsables de seguridad iraquíes y estadounidenses, que se abalanzan sobre el periodista y la emprenden a golpes con él. Las agresiones, que llaman la atención por su brutalidad, continuaron durante la detención de Al-Zaidi, que según los partes médicos ha sufrido diversas lesiones y fracturas provocadas por las torturas a las que ha sido sometido en la cárcel. En vistas del trato recibido de manos de iraquíes que representan al nuevo régimen, no parecen haber cambiado mucho los métodos de represión policial por los que Saddam Husein era conocido. Además, los medios iraquíes oficiales comunicaban hoy que el periodista había pedido perdón "por su comportamiento injustificable", algo que, según su hermano y quienes le conocen bien, es del todo impensable si no ha ocurrido bajo presión.
De momento 200 abogados árabes y extranjeros se han ofrecido a defender gratis a Montazer al-Zaidi, y él ha rechazado a los que representaron a Saddam. Aún así, los apoyos no paran de crecer. Por una vez, la mayoría está de acuerdo.
Fuentes: Al-Quds al-arabi; Annahar; Baghdadiyah, Elaph
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