domingo, 16 de mayo de 2010

Charlando sobre el hiyab con mis primas Nur y Salam

Llevamos semanas oyendo hablar de Najwa, la adolescente madrileña de origen marroquí a la que su colegio ha obligado a quitarse el hiyab o velo islámico o a abandonar el centro. En todo este tiempo hemos oído hablar al padre de Najwa, a su abogado, al director de colegio, a los profesores, a representantes de la Junta Islámica, de la Federación Española de Entidades Religiosas, a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, al Ministro de Educación. A quien apenas se ha oído es a la propia Najwa. Según quienes la conocen, sufre una depresión por haber tenido que abandonar su entorno y a sus amigos, y es fácil imaginar lo traumático que puede resultar ser el centro de semejante debate nacional. Aspectos tan decisivos en una sociedad como el laicismo, la simbología religiosa y cultural en la educación, la integración de diferentes religiones en un país de acogida están recayendo sobre sus hombros, asociándose con su nombre y su pañuelo. Como si el debate no hubiese sido necesario hasta ahora.

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