sábado, 16 de enero de 2010

En Haití hoy, mañana y siempre

Tras el terremoto del 12 de enero, que ha dejado unos 100.000 muertos, todo el mundo habla estos días de Haití, país que se describe rutinariamente como "el más pobre de Latinoamérica".

Para hablar con propiedad, más que pobre deberíamos decir que Haití es un país empobrecido, ya que no le han faltado recursos ni capacidades sino que ha sido llevado a la pobreza. En el Máster en Cooperación al Desarrollo y Gestión de ONGs que estudié en la Universidad de Granada vimos en detalle las dimensiones de conceptos como pobreza-empobrecimiento y de otros relacionados con la cooperación y la ayuda al desarrollo que encajan perfectamente con el contexto de Haití y que me gustaría explicar en esta entrada.

Al hablar de Haití, decir que no se ha hecho lo suficiente para paliar las consecuencias de un desastre natural más que anunciado es quedarse muy corto. La historia de Haití es la de una miseria deliberada, fomentada por las potencias occidentales.


Haití fue el primer país en rebelarse contra la esclavitud. Desde que la isla fue invadida por Cristóbal Colón y se convirtió en el mayor proveedor de esclavos a las colonias españolas en América, su historia ha sido la de la lucha contra la esclavitud, de la que nunca ha logrado librarse del todo. Cada paso que el país ha dado hacia su autonomía política y económica ha sido aplastado por intereses occidentales. A la colonización española siguió la de Francia, que supuso la tala indiscriminada de bosques y la sobreexplotación de los recursos naturales de la isla. Los enfrentamientos entre España, Francia e Inglaterra por el control de Haití fueron aprovechados por el revolucionario François Dominique Toussaint-Louverture, que organizó el levantamiento de la población contra los ocupantes.

EEUU, que ahora anuncia a bombo y platillo los millones destinados a ayuda humanitaria, invadió la isla en 1915 y ha mantenido una intervención constante en los cambios políticos que se han ido sucediendo. Apoyó militar y económicamente al dictador François Duvalier, Papa Doc, al que sucedió su hijo. Respaldó después a Jean-Bertrand Arisitide, elegido presidente democráticamente, hasta que giró hacia políticas más izquierdistas. Entonces apoyó un golpe de estado contra él.

El intervencionismo político ha ido unido a una imposición de modelos económicos liberales que no responden a las necesidades de la isla y que han asfixiado su economía. Estos son algunos de los instrumentos que han secuestrado el desarrollo de Haití:

El libre comercio: En teoría consiste en eliminar o rebajar los aranceles que protegen bienes o servicios entre países. En la práctica, entre países en situaciones económicas desiguales tiene a menudo muy poco de comercio y nada de libre. La competencia entre países desarrollados y en desarrollo suele ser desleal y poco transparente, lo que con frecuencia se traduce en inundar países empobrecidos de productos occidentales cubiertos por subvenciones estatales con las que las que los locales no pueden competir. El arroz es el alimento básico y la principal fuente de actividad en Haití, que cuenta con productores bastante eficientes, pero en la última década su producción se ha visto secuestrada por la liberalización del sector, que ha producido enormes beneficios a Estados Unidos y ha hundido en la miseria a los pequeños agricultores haitianos. En un estudio publicado en el Observatorio de Economía Latinoamericana se analizan en detalle la producción de arroz en Haití, el proceso de liberalización comercial y sus devastadoras consecuencias.

Los créditos FAD, también llamados "créditos concesionales": Consisten en otorgar préstamos a países en desarrollo a condición de que los fondos se destinen a proyectos que debe aprobar el país que los presta. Además, las empresas que llevan a cabo los proyectos también deben ser del país que concede el crédito. Según el ICEX estos créditos permiten "la penetración de empresas españolas en nuevos mercados y el conocimiento de sus productos, otorgando para sus proyectos unas condiciones de financiación muy ventajosas, que hacen su oferta más competitiva." Es decir, un chollo para el país del primer mundo, que además de recibir la devolución del dinero se asienta comercialmente en el país al que supuestamente dice ayudar. Lo más escandaloso de estos créditos es que forman parte de las políticas de Ayuda Oficial al Desarrollo, cuando no hacen más que secuestrar las economías de los receptores. Plataformas como 2015 y más, que lucha por que se cumplan los Objetivos de Desarrollo del Milenio, promueven campañas para cancelar este tipo de "ayudas".

La deuda externa: A través de créditos FAD, que les resulta imposible devolver, y de la dependencia que crea la imposición de productos extranjeros, los países empobrecidos acumulan una deuda a la que no pueden hacer frente. La deuda se convierte en un cáncer para estas economías maltrechas y boicotea su desarrollo. Iniciativas como Quién debe a quién reclaman desde hace años a los gobiernos la condonación de la deuda externa de países como Haití, que debe 30 millones de euros solamente a España.

Condonar la deuda, sustituir los créditos FAD por verdaderos mecanismos de ayuda y establecer intercambios comerciales justos que fomenten el desarrollo serían buenas iniciativas para intentar reparar el daño causado y reaccionar al desastre humanitario en el que está sumido Haití. De momento, y como de costumbre, la única reacción es poner parches en forma de grandes despliegues económicos bien publicitados. No dejan de ser irónicas las palabras de la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, en rueda de prensa ayer: "Estaremos en Haití hoy, mañana y siempre".


Fuentes de las imágenes:
http://www.eurosur.org/deudaexterna/
http://www.elmundo.es/america/2010/01/16/estados_unidos/1263673627.html

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