lunes, 17 de enero de 2011

La Represión no es 2.0


Para los que seguimos desde hace tiempo con preocupación la represión creciente en Túnez, estos son momentos de satisfacción porque el pueblo tunecino ha logrado algo histórico: que un régimen árabe caiga por presión popular. Hoy publicamos en Periodismo Humano un análisis sobre las circunstancias del caso tunecino y las características distintivas respecto a otros países árabes que han hecho posible esta revolución. Principalmente el propio carácter de la sociedad tunecina, su alta tasa de jóvenes con formación universitaria, enfrentada a la corrupción, la opresión y la censura instaladas en el país. A esto se ha sumado la relativa independencia del Ejército y un alto índice de penetración de Internet que ha permitido que los tunecinos cuenten en primera persona lo que los medios tradicionales hasta el viernes no han considerado noticia. Pero del brillante uso que han dado los tunecinos a los medios sociales a poner el énfasis de esta revolución, que se ha cobrado más de cien muertos, en el poder de Internet hay un trecho.

El conocido profesor Enrique Dans, en un post que titula Túnez, su revolución y los medios sociales, plantea:
En una democracia moderna, la tecnología ya no es una herramienta en manos del poder para controlar al pueblo, sino precisamente lo contrario: una herramienta en manos del pueblo para controlar a quienes ejercen el poder.
No entiendo bien qué quiere decir esta mención a la democracia refiriéndose a un contexto en el que precisamente democracia es lo que no hay. No la hay de momento, no la ha habido en décadas y esta es precisamente la causa de la lucha tunecina. Respecto a que la tecnología esté hoy en manos del pueblo, la región de Oriente Medio y Norte de África vive una represión que se ceba también con la libertad a través de Internet y en el que la batalla es continua y no está, ni mucho menos, ganada. Los riesgos y las amenazas para los que expresan su oposición a estos gobiernos a través de blogs y sitios web son muy graves y no es realista desestimarlos. Añade Dans que "los medios sociales no provocan revoluciones por sí mismos, pero pueden convertirse en un desencadenante de las mismas", pero sería más apropiado hablar de las herramientas como altavoz de las revueltas que de desencadenante. Desencandenantes han sido el desempleo, la corrupción y la falta de expectativas de una población formada y cansada de soportar una dictadura. Y Mohamed Bouazizi.

Internet y medios sociales hay en distintos países del mundo, pero la revolución ha surgido en Túnez y no en el resto de países de la zona, dominados también por regímenes autoritarios.

Dans cita varias fuentes que le han resultado interesantes y pide a sus lectores que incluyan las suyas. Entre los comentarios se citan varias fuentes tunecinas. Las hay, y muchas. Conocen bien el contexto, llevan años estudiándolo y compartiéndolo con quien ha querido escucharlos, algo que precisamente Internet hace posible: la magia del altavoz que atraviesa fronteras geográficas y acerca a unos las voces de otros sin necesidad de intermediarios. En el blog colectivo tunecino Nawaat se pueden encontrar infinidad de artículos y documentación sobre la revolución tunecina desde todos los ángulos, incluido este del activista Sami Ben Gharbia sobre el ciberactivismo árabe, el papel de Internet en la región y cómo la Red ni es tan libre ni ajena a las agendas políticas de los gobiernos. También en Al-Jazeera, que ha hecho una gran cobertura y análisis de las revueltas incluso después de que las autoridades les restringiesen el acceso al país.

Que se hable de Túnez, aunque con retraso. Que se investigue la represión en la que estaban sumidos sus ciudadanos, la corrupción en que estaban instalados sus dirigentes, el modo en que cada país aliado ha contribuido a que esta dictadura durase 23 años. Que se extiendan los análisis al resto de países árabes, la mayoría aliados occidentales que los medios describen como "moderados". Que se utilicen los medios sociales para escuchar a quienes nos acercan a su realidad en primera persona para entender las complejas y diversas sociedades de la región más allá de las modas y tendencias de cada momento.

3 comentarios:

Rubén García Colsa dijo...

Totalmente deacuerdo. No debemos confundir fondo y forma. No nos cansamos de decir que la grandeza de la web social es ante todo la humanización de la tecnología y la capacidad que nos da para expresar y compartir. Pero compartir lo que a nosotros nos ocurre, compartir en este caso el sufrimiento de un pueblo que no es poco. La diferencia esta en que ahora nos enteramos todos al instante sin esperar a que le den permiso a REUTERS para contarlo, pero el fin último de todo sigue siendo el mismo: la gente.
Es comprensible que en medio de este huracán sobre las redes sociales donde todos estamos al alcance de ejemplos, maneras y nuevas formas nos fascine la importancia que cobran las nuevas herramientas pero si olvidamos para que estamos aquí acabaremos perdiéndonos. En este planeta también ocurrían cosas antes de Julian Asssange y de Mark Zuckerberg y seguirían ocurriendo de no haber existido ambos y por suerte ocurrirán cuando ni ellos ni nosotros estemos por aquí. La web social es una altavoz pero los gritos los tiene que dar alguien.

José López Ponce dijo...

Leila, es un placer descubrir el alto grado de coincidencia en nuestros respectivos análisis-reflexión sobre los acontecimientos en Túnez. En mi caso estuvo inspirado por la visión de Dans sobre el tema que, como buen etnocentrista 2.0, le pasa como a los martillos: piensa que todo lo que asoma es un clavo.
Un cordial saludo

Txema dijo...

Aun estamos en pañales con esto de internet, de aquí a 50 años sabremos perfectamente donde termina el estar delante del ordenador y donde empieza el "hay que salir a la calle".

Me llamó mucho la atención cuando estuve de viaje de estudios, hará 6 años, que el guía nos vendia Túnez como la mejor democracia del mundo árabe y yo solo veía un culto a la personalidad presidencial que no casaba muy bien con eso. Ahora lo tengo todo bastante más claro.