Suiza es hoy noticia por haber votado sí al referendum que proponen partidos de derecha y extrema derecha, encabezados por el Partido del Pueblo Suizo, para prohibir la construcción de minaretes en el país. El sí ha ganado por el 57 % de los votos, lo que significa el respaldo a una enmienda a la constitución suiza dirigida a limitar los derechos de la población musulmana.
Resulta difícil, desde cualquier enfoque, no hablar de discriminación en casos como este, que es especialmente precupante por el apoyo popular con que cuenta. A menudo son los gobiernos quienes promulgan leyes destinadas a atajar de forma superficial y a corto plazo situaciones que requerirían una inversión en políticas de educación, integración y de igualdad, como es el caso de Berlusconi y sus grandes ideas para quitarse de en medio el "problema gitano". Sin embargo, en este caso es el pueblo suizo, y no el gobierno, quien ve lo musulmán como una amenaza, lo que revela el fracaso de los esfuerzos por la integración y la aceptación de la diversidad en sociedades cada vez más multiculturales.
Es curioso que no se haya prohibido la construcción de mezquitas en sí, sino de minaretes, las torres desde donde se llama a la oración, rasgo arquitectónico característico de estas construcciones religiosas. He preguntado en twitter por esta distinción y me ha gustado especialmente la respuesta de Carlos Sardiña: "En los nuevos totalitarismos se puede ser el otro, pero no aparentarlo", es decir, los musulmanes pueden seguir congregándose siempre que su religión sea invisible. Los minaretes molestan porque se ven como símbolo de la islamización de las ciudades europeas.
Pero el problema no está en el debate sobre si deben eliminarse los símbolos religiosos de los lugares públicos, algo que muchos apoyarían si fuese aplicable por igual a todas las religiones, sino en los daños causados a la imagen de un grupo entero de población. El Partido del Pueblo Suizo ha centrado su campaña en la demonización de estas torres alargadas, en forma de espiral, que en los carteles de la propaganda aparecen dibujadas como misiles de guerra, junto a una mujer de negro, cubierta por un velo que sólo deja ver unos ojos de mirada furiosa.
Esta demonización del otro, que representa el seis por ciento de la población de Suiza, es verdaderamente peligrosa y dramática, aunque no nueva. Desde la tradición literaria europea hasta la filmografía estadounidense, el árabe y musulmán ha sido retratado como una figura exótica, irracional, hipersexuada y violenta. El documental "Reel Bad Arabs: How Hollywood vilifies a people" hace un detallado repaso a la presencia árabe y musulmana en más de 1000 películas de EEUU, una presencia basada en los prejucios más injustificables y en muchos casos antinatural y forzada. De las 1000 películas analizadas, sólo 12 ofrecían una imagen positiva de los árabes y 50 eran neutrales. Más abajo podéis ver un resumen del documental, basado en el libro del mismo título de Jack Shaheen.
La imagen vejatoria de los carteles de llamada al referéndum ya tiene sucesoras como el nuevo juego online Minaret Attack, que consiste en disparar a minaretes que van surgiendo en el paisaje y a diminutos musulmanes cubiertos con los "tradicionales" sombreritos rojos. Independientemente de si esta reforma de la Constitución suiza prospera, (seguramente será rechazada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos), lo que es noticia es la gran respuesta popular a una campaña racista que incita al odio.
2 comentarios:
Es un ejemplo de democracia. No todos preguntan a sus ciudadanos sobre cuestiones vitales.
Es el triunfo de la democracia.
Es un ejemplo de democracia. No todos preguntan a sus ciudadanos sobre cuestiones vitales.
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