"Una pecadora en pantalones" es el titular de la contraportada del diario El Mundo de hoy. Se refiere a Labna Ahmed Husein, periodista sudanesa que se enfrenta a la pena de 40 latigazos por imitar con su vestimenta lo que la ley del país considera hábitos occidentales inmorales.
Es indudable que es alarmante que existan leyes como esta y que se ceben con los derechos y libertades individuales, pero es también alarmante la forma en que desde muchos medios de comunicación se aborda este asunto, de gran complejidad y enormes implicaciones, reduciéndolo a una frase simplista y morbosa.
El norte de Sudán se rige desde 1983 por la sharia, o ley islámica, que el dictador Yaafar El Numeiri impuso al llegar al poder y que Omar Hasan al Bashir intensificó hasta acabar con cualquier resquicio de libertad civil. La atmósfera que se respira en el país es de una profunda represión que se ha cebado en la población negra, mayoría en el Sur, que lleva toda su historia relegada a una situación de marginación extrema.
La estrategia de Bashir para afianzarse en el poder se ha basado en la deportación masiva de la población negra hacia las tierras más áridas y devastadas del país, expulsándolos de sus hogares y colocando en su lugar grupos de población árabe. La violencia y la fractura que han provocado los continuos conflictos entre la habitantes arabófonos y los de raza negra, azuzados por este tipo de políticas, ha dejado un saldo de más de 2 millones de muertos y casi 5 millones de refugiados y desplazados. La tortura y la esclavitud se han institucionalizado y la lista de atrocidades es innumerable.
En 2003 estalla el conflicto de Darfur, que produjo sólo en esta región 2 millones y medio de desplazados. La chispa estalla cuando grupos de población negra del Sur acusan a las autoridades de Jartum de favorecer ecómicamente a las comunidades árabes e islamistas del norte y de condenar al subdesarrollo a las tribus de raza negra. El gobierno arma hasta los dientes a las milicias árabes islamistas, los conocidos como janjaweed, que se embarcan en matanzas indiscriminadas y ataques de "tierra quemada", destrucción de bienes, saqueos, violaciones, mutilaciones, bombardeos desde aeronaves e incontables violaciones de derechos humanos, como recoge el Informe de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en Darfur.
Amnistía Internacional ha hecho numerosos llamamientos a la comunidad internacional para la protección de los civiles atrapados en este conflicto sangriento y de presión al gobierno para que no obstaculice los suministros de alimentos y medicinas, y Médicos Sin Fronteras ha lamentado en diversas ocasiones la lentitud de las actuaciones: "Un año estuvo dando vueltas en los despachos de los políticos el informe de 2003 realizado por MSF sobre la crisis en Sudán."
La implicación, o falta de implicación de la comunidad internacional, ha jugado un papel importante en la crisis humanitaria que sufre esta región. El Presidente Obama anunciaba esta semana que en Darfur está teniendo lugar un genocidio, como si eso fuese novedad para alguien, pero su enviado especial en Sudán, Scott Gration, dijo el mismo día que del genocidio "sólo se ven vestigios" y que Washington está abierto y dispuesto a cooperar con Sudán. Es decir, con el gobierno de Jartum, el mismo que ha causado el genocidio y sumido en la miseria a la mayor parte de su población. La desgana y la falta de coherencia tanto de Estados Unidos como del resto del mundo ante este conflicto ha dado alas al gobierno, que al tiempo que ha fomentado las atrocidades de las milicias islamistas ha permitido que adquiriesen cada vez mayor presencia política.
El castigo a Labna Ahmed Husein, y a 10 mujeres más, por supuesta inmoralidad, es prueba de esta radicalización de quienes ostentan el poder, seguidores de un islamismo radical muy alejado de lo que representa el Islam en la mayoría de los países de mayoría islámica. Aunque en la teoría la sharia no se aplica a los no-musulmanes, el castigo a estas mujeres, la mayoría cristianas y animistas, muestra un cambio en esa tendencia, que busca someter aún más a estas minorías y romper los límites establecidos hasta ahora para la convivencia.
Así de complejo es este conflicto que hoy tenía en los medios internacionales un rostro femenino. El drama de Labna Ahmed Husein no debería aislarse de su contexto, el de una violencia institucionalizada que se ha instalado en Sudán, ni debería presentarse de forma simplista y frívola con titulares como "Una pecadora en pantalones".
3 comentarios:
Hola!!
Voy a pasar por un 'pelotilla' pero es que otra vez comento uno de tus posts. Y, sí, qué razon tienes. Miro la fotografía de esa mujer, Labna Ahmed Husein, y siento vergüenza por el tratamiento de su noticia(al fin y al cabo, yo formo parte de ese llamado 'Occidente', simplista y frívolo).
No sé que más decir aunque me vienen a la cabeza muchas ideas. Recuerdo ahora unas palabras de (la periodista) Maruja Torres: no era santo de mi devoción pero la escuché hace poco en Granada y dijo cosas de una lucidez poco habitual: todo en torno a la soberbia, estupidez, frivolidad y la abundancia que ella detectaba en los occidentales, sus gobiernos y opiniones públicas y en muchos de sus ciudadanos (turistas, embajadores, empresarios, periodistas,...).
Te seguimos,
Gracias a ti. Yo sigo desde hace tiempo a Maruja Torres, que conoce bien Oriente Medio y no tiene pelos en la lengua.
Es terrible...Cuando mudaremos de piel? Esta está tan dura que no sentimos lo que nos rodea..
Viva África negra y la paz!Tenemos que buscar, emprender y articular medidas para hacer de este lema una realidad, y esto forma parte de todos.
Marián
Publicar un comentario